lunes, 22 de abril de 2013

#Imagina Yesung

#Imagina que, como todas las mañanas haces, sales a pasear al parque de enfrente de tu casa. Hoy, lunes, está especialmente precioso. Las plantas aún están húmedas por el rocío de la noche y brillan bajo el débil sol de la mañana de una forma especial. A ti te parece tan mágico que no puedes entender como hay personas que no se fijan en este tipo de cosas. Así pues, sacas tu cámara de fotos dispuesta a captar la belleza de lo que las demás personas ignoran. Justo vas a hacer una foto a una pequeña flor roja brillante cuando escuchas el sonido del disparo de una cámara distinta a la tuya y, al levantar la cabeza ves como un chico de estatura media alta, con gafas de sol y muy tapado baja su móvil sonriendo y te dice un poco ruborizado "Perdona, iba a trabajar cuando vi este lugar... Me pareció precioso y quería hacerme una foto en el, pero, cuando te vi a ti pensé... ¿Qué hay mejor que una foto de un lugar precioso siendo fotografiado por una persona preciosa?" luego tosió y miró a otra parte avergonzado. Tu te levantaste rápidamente y le dijiste que no importaba mientras sonreías nerviosamente, el chico se acercó a ti y te dijo "Ahora no tengo tiempo para hablar, pero mañana a la misma hora pasaré por aquí. Espero verte." y justo después sacó un bolígrafo, te apunto "@shfly3424" en la mano y dijo "Míralo esta tarde cuando tengas tiempo" automáticamente después se marchó. Esa misma tarde entraste en twitter y cuando empezaste a meter la clave te diste cuenta de lo familiar que se te hacía. Cuando le das al intro aparece el perfil de Yesung y un nuevo tweet que tiene de título "No hay nada más bonito que una persona preciosa fotografiando algo hermoso" y tu foto.

#Imagina Donghae

#Imagina Era un día lluvioso. Las calles encharcadas y el ambiente solitario hacían que no hubiera nadie por las calles. Sin embargo una persona, y solo una, andaba bajo la lluvia sin inmutarse siquiera de cuan mojada estaba. Tú. Que recorrías un mismo camino una vez tras otra. Te dolía la cabeza y notabas como los pies se te iban magullando a cada instante más… Entonces “¿Por qué no parabas?” te preguntaste, ya no sabías ni lo que hacías allí pero, de repente, un recuerdo te vino a la cabeza. Se te nubló la vista y las lágrimas empezaron a rodar por tus mejillas, las piernas te fallaron y caíste al suelo con un sonido sordo. Te incorporaste, pero ya no te levantaste, no tenías fuerzas. No podías más. Miraste hacia delante y viste el recuerdo de aquel chico que tratabas de olvidar. Recordaste como él te recogió de un día como aquel, lluvioso y frío… Estabas perdida cuando él te encontró en este lugar. Justo donde tú te hallabas. Rememoraste como te sonrió a pesar de tu aspecto desaliñado y como, de la mano, te llevo a su casa. Esa casa que estaba justo delante de ti y que tú mirabas mientras llorabas. Él nunca te preguntó sobre tu vida, nunca se interesó por tu pasado. Solo supo ver el presente y el futuro. Te cuidó y ayudó. Pero sobre todo, te dio un hogar. “Cuando me siento mal me gusta darle vueltas a la manzana, no sé, me calma” te dijo una vez avergonzado, y eso hacías tú. Inconscientemente te levantaste otra vez y empezaste a andar hacia delante, hacia aquella puerta y hacia los recuerdos que tratabas de bloquear. Cogiste la llave de tu bolsillo y la introdujiste en la cerradura. Se abrió. Temblorosa entraste y, por unos segundos creíste que no había pasado nada. Pero entonces la viste, aquella carta que era la causante de tus problemas. Fuiste hacia ella y la cogiste con rabia “Maldita carta” gritaste mientras la rompías. Viste como los trozos caían al suelo y de entre ellos distinguiste algunas palabras. “Fallecido”, “Militar” y “Valiente”. Esa persona ya no estaba y no estaría más. La amabas más que a nada en el mundo y… Se había ido. No lo podías creer pero así era. Estaba muerto. Cuando pensaste en esa palabra saliste corriendo de aquella casa y al bajar los escalones de la entrada resbalaste golpeándote fuertemente la cabeza. Lo último que viste fue sangre. Tu propia sangre. La primera vez que te despertaste estabas sola en una sala blanca. La segunda viste a una enfermera pero no pudiste hablar. La tercera vez no te dignaste a abrir los ojos pero la cuarta vez viste a alguien. Un chico que dormía a los pies de tu cama. Extrañada estiraste la mano y la tocaste. Acto seguido empezaste a llorar. De repente el chico se despertó y miró a todas partes preocupado. Te vio. Y cuando lo hizo se quedó callado mirándote con expresión de dolor en la cara. Tú reíste y dijiste “Creo que esto me está afectando a la cabeza DongHae… Te estoy viendo. Estás aquí ¿Sabes? Nunca te lo he dicho antes… Gracias… Gracias por quererme cuando nadie lo hizo… Ojalá te lo pudiera haber dicho” Entonces sentiste un tirón brusco en tu mano y notaste su cuerpo rodeándote con fuerza. “Puedes. Fue un error. No me he ido. No me iré. Estoy aquí. Aún te amo. Y siempre lo haré”.

#Imagina Yesung

#Imagina que es el último concierto que Yesung va a dar antes de irse a la mili y tu has ido hasta Londres para poder verle. Has conseguido llegar a primera fila y llevas una bandera de España. Estás escuchando lo que dice mientras tratas de aguantar las lágrimas. Notas que el mundo se te cae encima por momentos, te sientes impotente, quieres decirle algo... pero no puedes. Sin embargo, tu sigues pensando una forma de hacerle saber que las ELFs siempre esperarán por el, que por mucho que tarde mientras que regrese estará bien. Lo miras y empiezas a pensar intensamente "Mírame, mírame" y para tu sorpresa lo hace. Tu haces un corazón con las manos y le gritas llorando "¡¡¡ELFs in Yesung!!!!" entonces el se acerca a ti sonríe tristemente, te limpia las lágrimas y te dice "MUCHAS GRACIAS" en Español mientras que es el que llora.

Don't leave me (Fic Shinee. 1ª parte)



Notas: Canción para este capítulo: Mine - Jaejoong
                                                                                                                                                                               Él no sabía bien por qué se encontraba ahí. Todo a su alrededor parecía extraño y peligroso. Los zumbidos de los terribles cañones de los tanques resonaban a su alrededor. Escuchaba los gritos de sus compañeros y el resonar de las ametralladoras estadounidenses. Haciendo un pequeño esfuerzo, se asomó por encima del parapeto de tierra y arena tras el cual se encontraba refugiado del fuego. La visión que contempló lo dejó desolado.  El campo de batalla estaba sembrado de los cuerpos de sus camaradas y de los enemigos. Algunos estaban heridos de gravedad o mutilados, otros ya habían fallecido. Asustado y desolado, volvió a ocultarse tras la muralla improvisada. Desesperado y a punto de llorar, cerró sus ojos y comenzó a murmurar una oración temblando. Su rostro estaba cubierto de tierra y de sangre que manaba de una herida en su sien provocada por la metralla de un proyectil.
No había sido su idea alistarse en el ejército japonés. Fue obligado a ello. En su pequeño pueblo de Corea, las autoridades niponas (dado que Japón estaba ocupando su país) habían instado a engrosar las filas a todo joven mayor de 17 años para combatir contra EE.UU. El tuvo la mala suerte de tener  18 años.  Echaba de menos a su familia, su casa, las tardes de verano en el jardín… Él no servía para el ejército. Era un chico calmado, aniñado… no, no estaba hecho para la guerra.
-¡TAEMIN! ¡Ayúdame, por favor!                                                                                                                             
El chico se giró angustiado al oír gritar su nombre. Conocía muy bien esa voz. Sus suposiciones se confirmaron al ver al su amigo Minho arrodillado apretándose el costado derecho con ambas manos. De él burbujeaba una cascada carmesí.
Minho también era coreano, y había sido reclutado de otra ciudad más alejada. Los dos compartían una muy buena relación de amistad, se apreciaban mutuamente, y compartían sus secretos.  Todavía recordaba el día que lo había conocido.                                                                                   

“-Hola, tú debes de ser de los nuevos soldados.  Encantado, me llamo Minho y también soy coreano. ¿Cuál es tu nombre?                                                                                                                      
Taemin se giró. Un chico alto y de complexión atlética se encontraba detrás suyo. Tenía una voz grave y una sonrisa amistosa.                                                                                                                     
-Me llamo Taemin. Encantado de conocerle.                                                                                                   
-No hace falta que me trates de usted, no debo de ser mucho mayor que tú.- Sonrió. -¿Te ves capacitado para luchar?                                                                                                                                            
-A decir verdad, no he venido por propia elección…                                                                              
El mayor le dirigió una mirada compasiva. Lo comprendía. El chico parecía demasiado inocente como para estar en un lugar así, lo mejor que debía de hacer era cuidarlo.                                                                                                                           
-No veremos cosas agradables… Pero ten por seguro que voy a estar a tu lado, pase lo que pase, ¿sí?                                                                                                                                                                            
-Muchas gracias, hyung.- Sonrió mientras Minho le palmeaba la espalda. En verdad Taemin parecía su hermano pequeño.

Al ver su estado, Taemin reprimió un grito de horror tapándose la boca con ambas manos.             
  -Minho…  Dios mío. ¿Qué te han hecho?- Dijo con los ojos vidriosos mientras tumbaba a su amigo detrás de la trinchera y le quitaba la parte superior del uniforme para envolverle la cintura con ella, a modo de torniquete, tratando de no hacerle más daño.                                               
-Un americano… Me ha disparado… ugh…- Tuvo que parar porque una sacudida de dolor recorrió su cuerpo. Taemin se dio cuenta de que perdería la consciencia en poco tiempo. Tendría que quedarse a su lado.                                                                                                                          
-Minho, no te preocupes, nos quedaremos aquí, no pasará nada…- Dijo entre lágrimas el pequeño mientras le apretaba la herida. Su compañero había cerrado los ojos y respiraba con dificultad por el dolor. Ya estaba completamente inconsciente. Desesperado, Taemin se levantó, ignorando el peligro.                                                                                                                            
-¡Necesitamos ayuda aquí!- Exclamó ondeando con los brazos.                                                                             
De pronto, una granada de mano aterrizó cerca suyo. El joven soldado, presa del pánico, arrastró a su malherido amigo Minho lejos de allí, pero antes de que se lograsen poner a una distancia segura, el explosivo se detonó, lanzando una oleada de metralla. Taemin se giró intentando cubrir a su compañero, mientras notaba las aristas de metal desgarrar su traje. “¿Es así como se va a acabar todo? ¿Ya está? Qué triste…” pensó mientras cerraba los ojos aferrándose al brazo de su mejor amigo y perdía el conocimiento también.

Taemin se despertó. Desconcertado, recorrió con la mirada el lugar. Estaba en un lugar que parecía un hospital. Se encontraba rodeado de camas limpias con sábanas blancas. En algunas de ellas se encontraban chicos que también serían soldados. Unos dormían y otros eran atendidos por enfermeras con batas inmaculadas que les limpiaban las heridas. Bajó la mirada hacia su pecho, y se dio cuenta avergonzado de que estaba casi desnudo. Lo único que le cubría eran unos calzones y un vendaje que le rodeaba todo el pecho. Se tocó la frente y comprobó que también tenía vendada la cabeza.                                                                                             
-¡Doctor! ¡Doctor Onew! ¡Venga rápido, se ha despertado!- Exclamó una enfermera de larga melena oscura.      
 Taemin miró extrañado hacia la puerta al ver a un hombre joven con una bata entrar. Suponía que sería ese tal Doctor Onew. Por el nombre, debería de tener su misma nacionalidad, algo que agradecía mucho.                                                                                                              
El hombre de la gran sonrisa se le acercó y se sentó en su cama.                                                                  
-¡Buenos días, campeón! ¿Qué tal has dormido?                                                                           
El chico de labios gruesos miró incrédulo a Onew. Este hizo un pequeño gesto de contrariedad.                                                                                                                                                                
-Claro… probablemente no te acuerdes de nada… ¿Puedes decirme tu nombre?             
-T… Taemin…                                                                                                                                                  
El doctor le acarició la cabeza todavía vendada. Ese chico inspiraba mucha ternura.    
-Bueno, Tae. Estás en el hospital para soldados. Llevas inconsciente una semana, más o menos. Tienes algunas costillas rotas y el tobillo fracturado… tuviste suerte de que te encontrase tu compañero.- suspiró Onew.                                                                                                      
El joven bajó la mirada, cuando de pronto se acordó de algo. Minho.                                    
-¿Y Minho? ¿Está bien?¿Está muy herido?- Se sobresaltó levantándose brúscamente, lo que hizo que su caja toráctica crujiese y se le escapase un grito. Onew, asustado, le sujetó la espalda y le ayudó a tumbarse de nuevo.                                                                          
-El soldado Minho no estaba contigo.- Dijo extrañado el joven doctor.                                        
-¡¿Cómo que no?!  Yo lo estaba cubriendo… Estaba herido…- Murmuró Taemin notando cómo se le empañaban de nuevo los ojos.                                                                                    
-Tae, cuando te encontramos… No había nadie a tu lado, estabas solo, en medio del campo…- Dijo compasivamente el de ojos sonrientes acariciandole la mano para animarlo. Pero el más joven la apartó bruscamente.                                                                                                                   
-¡¿DÓNDE ESTÁ MI AMIGO?!- Gritó entre lágrimas de rabia.                                                                    
-Taemin, por favor, descansa. Haremos todo lo posible por encontrarlo. Ahora tómate esta medicina e intenta volver a dormir. Mañana temprano te harán las curas.- Suspiró mientras le acercaba un vaso con un líquido anaranjado y amargo. Taemin se lo bebió a duras penas. Onew se fue a atender a otro paciente, mientras el más pequeño se volvía a acostar con dolor físico, pero más emocional. Pronto se dio cuenta de que esa bebida tenía un sedante, puesto que sus párpados comenzaron a cerrarse como si pesasen demasiado.
Ese día, Taemin soñó que se encontraba de nuevo en el campo de batalla. Oía a Minho llamarle, pero no lo veía. De pronto, se giró y vio a varios soldados que se lo llevaban consigo. Soldados con la bandera estadounidense en la manga de su uniforme. Trató de correr tras ellos, pero se difuminaron tras una niebla.
“-Ayúdame, no quiero ir con ellos…                                                                                                                                   -Minho, vuelve… no te vayas… Quédate conmigo                                                                                         -Me han atrapado… No puedo volver… No me dejes solo… Taemin… min… min…” 
                                   
CONTINUARÁ

#imagina de Eunhyuk

#Imagina De pequeña, vivías en un pueblecito cerca de Busan. Tus padres habían encontrado un trabajo allí y se fueron de España. En ese pueblo eras muy feliz, ya que no erais muchos niños, pero todos os llevábais genial. Organizábais juegos y carreras a la salida de la escuela, y a veces os picábais y os peleábais en broma. Tú, aunque hablabas y jugabas con todos, te llevabas mejor con un niño llamado Hyukjae.                                                                                                                               
Aunque te llevaba bastante edad, era como tu hermanito mayor. Te llevaba muchas veces a casa, y cuando querías coger algo y no llegabas, te subía a hombros. Él era muy rápido, y le encantaba trepar por los árboles, por lo que tú le llamabas "El monito", mote que a él le hacía gracia, y cada vez que se lo decías te daba un golpecito amistoso. Se podría decir que actuaba como tu niñera, porque hasta cuando te caías y te herías las rodillas, él venía corriendo a ponerte alcohol y una tirita.                            
Cierto día, te dijo a la salida de la escuela que por la tarde, en el ocaso, fueses a la cima de la montaña más ata del pueblo, ya que tenía una sorpresa que darte.                                                        
Volviste a casa, y cuando llegó la hora, te apresuraste tanto como tus pequeñas piernecitas te dejaron para llegar pronto a la cumbre. Llegaste agotada, y buscaste a Hyukjae con la mirada. Lo encontraste de sentado encima de una gran roca, sonriéndote y haciendo gestos para que te acercases. Fuiste hacia allí, y él te ayudó a subir también.

 -Mira, esto es lo que quería enseñarte. ¡Mira qué vistas!- Rió felizmente con esa sonrisa enciosa que conocías tan bien y te señalaba hacia la puesta de sol. 

El espectáculo que allí se observaba era digno de un cuadro impresionista. El valle se extendía hasta el horizonte con toda clase de matices verdes y rojizos. La línea del fondo se confundía entre las nubes anaranjadas y azules, y la cabezota del sol asomaba un poco lanzando destellos a modo de despedida antes de hundirse.
 -Waaaaaah...-Dijiste boquiabierta contemplando el espectáculo que la Naturaleza era ante tus ojos. Hyuk te abrazó por los hombros y te miró inclinando la cabeza cariñosamente. 
-¿Te ha gustado mi sorpresa?-Preguntó. Tú solo asentiste maravillada sin despegar la mirada del paisaje.- Pues esta no es la única. 
Se giró hacia ti, y te cogió de las manos, mirándote fijamente a los ojos. Abultabas muy poquito delante de él. Tú le miraste interrogante.
 -Verás...-Prosiguió suspirando.- En este lugar, mi abuelo le pidió matrimonio a mi abuela cuando eran niños. Desde entonces, es su lugar secreto. Por eso... Quería seguir con la tradición...
 -¿A qué te refieres? 
-¿Me prometes que cuando seamos mayores te casarás conmigo?- Preguntó nervioso. Tú reíste. 
-¡Claro que sí! Sólo me casaré con mi monito.- Dijiste felizmente. Él te abrazó y te dio un besito en la mejilla. 
-Prometido ¿Sí? Pon el meñique.- Rió mientras juntaba su dedo con el tuyo y sellabais la promesa. 

A los pocos meses, tus padres te dieron una noticia que te cayó como un jarro de agua fría: Volviais a España, ya que la fábrica donde estaban ahora había cerrado y os mandaban de nuevo a una ciudad de tu país de origen. Ni siquiera tuviste tiempo de despedirte de tu amigo. Lloraste todas las horas que duró el trayecto de avión. Ahora, tan sólo te quedaba como recuerdo de tu monito una pulsera de tela roja que te había hecho. 

Pasaron los años. Ya cumpliste los 24, y estás estudiando en la Universidad. Tienes unas notas satisfactorias, y tienes éxito en todo, pero sabes que te falta algo. Todavía tienes en tu corazón a Hyukjae. 
Has decidido cumplir la promesa que le hiciste, y vas a volver de nuevo a Corea. No sabes si seguirá ahí, si te reconocerá, si se acordará... Lo más probable es que no. Pero sabes que él es el amor de tu vida. Así que viajas de nuevo. 
Tras varios días, llegas al pueblo. Está muy cambiado. Se ha convertido en un destino turístico para extranjeros. No te gusta. La vieja casa donde vivías ahora ya no existe. En su lugar, se encuentra un hotel de 4 estrellas rebosante de turistas. Sientes una profunda depresión al verlo, pero de pronto divisas una casita de madera. Es la casa de Hyuk, no hay duda. No ha cambiado con el paso del tiempo. Con los nervios a flor de piel, llamas a la puerta. Tras un rato de espera, te abre una anciana de rostro amable. No la conoces. Ella te invita a entrar y a sentarse, mientras te sirve té. 
-Hace tanto tiempo que no me visita nadie...-Suspira la señora.- Por cierto, ¿qué le trae por aquí? Usted es extranjera, ¿verdad? 
-Sí... Verá, busco a una persona. A Hyukjae, para ser mas exactos.-Sonreíste. 
-¿A... Hyuk, dice?- Pregunta la señora con tono misterioso. 
-Sí. Él vive o vivía en esta casa cuando eramos pequeños.
 -Así que tú eres ella... La señora se levantó lentamente, debido a que sus huesos ya se resentían por la edad, tú le echabas cerca de los 90 años. Se dirigió a la estantería, y sacó de dentro de una cajita un papel bastante arrugado. Se sentó de nuevo y te miró. Le escurría una lágrima por su mejilla. 
-Soy la abuela de Hyuk.- Susurró tristemente mientras acariciaba el papel. Tú te pusiste nerviosa, mientras sentías una sensación agobiante dentro tuya. Tragaste saliva, mientras la señora seguía hablando. 
-Él era un chico muy cariñoso y amable. ¿Pero sabes qué? Tenía obsesión por una cosa: Una niña, tú. Cuando me venía a visitar a la ciudad me hablaba siempre de ti. Hasta que te marchaste. Él no volvió a ser el mismo, perdió la sonrisa. Ya no quería jugar con nadie. Un día de invierno, cogió un catarro. Pero ese catarro empeoró, y se transformó en una pulmonía. Lo llevaron al hospital de la ciudad y lo ingresaron, pero... No pudo ser. 

Sentiste un crujido dentro del pecho. No podía ser cierto. No. Te deshiciste en un mar de lágrimas y abrazaste a la señora mientras sentías desfallecer. 

-Él escribió esta carta para ti días después de irte. Me dijo que la guardase muy bien. Te pertenece.- Dijo ella mientras se limpiaba las lágrimas y te daba el maltrecho papel. Allí aparecían las letras como garabatos, muy típicas del monito. También había un dibujo de palitos de un muñeco y un corazón, y debajo tu nombre. Sonreíste con tristeza, y leíste la carta.

 "¡Hola! Sé que alguna vez leerás esto, aunque no sé cómo, ni cuándo, ni dónde. Pero tengo una esperanza jejeje. ¿Sabes? Te hecho muchísimo de menos. No es lo mismo trepar árboles sin ti. Además, ahora no tengo a nadie a quién subir a hombros ni a quien ponerle tiritas. ¿Te sigues acordando de la promesa? ^^ Pues yo sí. He escrito nuestros nombres en la roca de la cima. Ya será para siempre nuestro escondite secreto, ¿sí? Te quiero :)" 


Guardaste la carta, y despidiéndote rápidamente de la señora, fuiste corriendo hasta la montaña. Nada más llegar, buscaste apresuradamente sobre la roca hasta dar con ello. En una esquina, en color blanco, estaba escrito tu nombre y el de Hyukjae, dentro de un corazón. Pusiste tu mano encima, y lloraste. Te sentaste de nuevo en aquel lugar, y te quedaste mirando por primera vez en varios años el bello ocaso. Pero ahora había algo diferente.


 Él no estaba allí, pero a su vez, estaba.