lunes, 22 de abril de 2013

#Imagina Donghae

#Imagina Era un día lluvioso. Las calles encharcadas y el ambiente solitario hacían que no hubiera nadie por las calles. Sin embargo una persona, y solo una, andaba bajo la lluvia sin inmutarse siquiera de cuan mojada estaba. Tú. Que recorrías un mismo camino una vez tras otra. Te dolía la cabeza y notabas como los pies se te iban magullando a cada instante más… Entonces “¿Por qué no parabas?” te preguntaste, ya no sabías ni lo que hacías allí pero, de repente, un recuerdo te vino a la cabeza. Se te nubló la vista y las lágrimas empezaron a rodar por tus mejillas, las piernas te fallaron y caíste al suelo con un sonido sordo. Te incorporaste, pero ya no te levantaste, no tenías fuerzas. No podías más. Miraste hacia delante y viste el recuerdo de aquel chico que tratabas de olvidar. Recordaste como él te recogió de un día como aquel, lluvioso y frío… Estabas perdida cuando él te encontró en este lugar. Justo donde tú te hallabas. Rememoraste como te sonrió a pesar de tu aspecto desaliñado y como, de la mano, te llevo a su casa. Esa casa que estaba justo delante de ti y que tú mirabas mientras llorabas. Él nunca te preguntó sobre tu vida, nunca se interesó por tu pasado. Solo supo ver el presente y el futuro. Te cuidó y ayudó. Pero sobre todo, te dio un hogar. “Cuando me siento mal me gusta darle vueltas a la manzana, no sé, me calma” te dijo una vez avergonzado, y eso hacías tú. Inconscientemente te levantaste otra vez y empezaste a andar hacia delante, hacia aquella puerta y hacia los recuerdos que tratabas de bloquear. Cogiste la llave de tu bolsillo y la introdujiste en la cerradura. Se abrió. Temblorosa entraste y, por unos segundos creíste que no había pasado nada. Pero entonces la viste, aquella carta que era la causante de tus problemas. Fuiste hacia ella y la cogiste con rabia “Maldita carta” gritaste mientras la rompías. Viste como los trozos caían al suelo y de entre ellos distinguiste algunas palabras. “Fallecido”, “Militar” y “Valiente”. Esa persona ya no estaba y no estaría más. La amabas más que a nada en el mundo y… Se había ido. No lo podías creer pero así era. Estaba muerto. Cuando pensaste en esa palabra saliste corriendo de aquella casa y al bajar los escalones de la entrada resbalaste golpeándote fuertemente la cabeza. Lo último que viste fue sangre. Tu propia sangre. La primera vez que te despertaste estabas sola en una sala blanca. La segunda viste a una enfermera pero no pudiste hablar. La tercera vez no te dignaste a abrir los ojos pero la cuarta vez viste a alguien. Un chico que dormía a los pies de tu cama. Extrañada estiraste la mano y la tocaste. Acto seguido empezaste a llorar. De repente el chico se despertó y miró a todas partes preocupado. Te vio. Y cuando lo hizo se quedó callado mirándote con expresión de dolor en la cara. Tú reíste y dijiste “Creo que esto me está afectando a la cabeza DongHae… Te estoy viendo. Estás aquí ¿Sabes? Nunca te lo he dicho antes… Gracias… Gracias por quererme cuando nadie lo hizo… Ojalá te lo pudiera haber dicho” Entonces sentiste un tirón brusco en tu mano y notaste su cuerpo rodeándote con fuerza. “Puedes. Fue un error. No me he ido. No me iré. Estoy aquí. Aún te amo. Y siempre lo haré”.

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