lunes, 22 de abril de 2013

#imagina de Eunhyuk

#Imagina De pequeña, vivías en un pueblecito cerca de Busan. Tus padres habían encontrado un trabajo allí y se fueron de España. En ese pueblo eras muy feliz, ya que no erais muchos niños, pero todos os llevábais genial. Organizábais juegos y carreras a la salida de la escuela, y a veces os picábais y os peleábais en broma. Tú, aunque hablabas y jugabas con todos, te llevabas mejor con un niño llamado Hyukjae.                                                                                                                               
Aunque te llevaba bastante edad, era como tu hermanito mayor. Te llevaba muchas veces a casa, y cuando querías coger algo y no llegabas, te subía a hombros. Él era muy rápido, y le encantaba trepar por los árboles, por lo que tú le llamabas "El monito", mote que a él le hacía gracia, y cada vez que se lo decías te daba un golpecito amistoso. Se podría decir que actuaba como tu niñera, porque hasta cuando te caías y te herías las rodillas, él venía corriendo a ponerte alcohol y una tirita.                            
Cierto día, te dijo a la salida de la escuela que por la tarde, en el ocaso, fueses a la cima de la montaña más ata del pueblo, ya que tenía una sorpresa que darte.                                                        
Volviste a casa, y cuando llegó la hora, te apresuraste tanto como tus pequeñas piernecitas te dejaron para llegar pronto a la cumbre. Llegaste agotada, y buscaste a Hyukjae con la mirada. Lo encontraste de sentado encima de una gran roca, sonriéndote y haciendo gestos para que te acercases. Fuiste hacia allí, y él te ayudó a subir también.

 -Mira, esto es lo que quería enseñarte. ¡Mira qué vistas!- Rió felizmente con esa sonrisa enciosa que conocías tan bien y te señalaba hacia la puesta de sol. 

El espectáculo que allí se observaba era digno de un cuadro impresionista. El valle se extendía hasta el horizonte con toda clase de matices verdes y rojizos. La línea del fondo se confundía entre las nubes anaranjadas y azules, y la cabezota del sol asomaba un poco lanzando destellos a modo de despedida antes de hundirse.
 -Waaaaaah...-Dijiste boquiabierta contemplando el espectáculo que la Naturaleza era ante tus ojos. Hyuk te abrazó por los hombros y te miró inclinando la cabeza cariñosamente. 
-¿Te ha gustado mi sorpresa?-Preguntó. Tú solo asentiste maravillada sin despegar la mirada del paisaje.- Pues esta no es la única. 
Se giró hacia ti, y te cogió de las manos, mirándote fijamente a los ojos. Abultabas muy poquito delante de él. Tú le miraste interrogante.
 -Verás...-Prosiguió suspirando.- En este lugar, mi abuelo le pidió matrimonio a mi abuela cuando eran niños. Desde entonces, es su lugar secreto. Por eso... Quería seguir con la tradición...
 -¿A qué te refieres? 
-¿Me prometes que cuando seamos mayores te casarás conmigo?- Preguntó nervioso. Tú reíste. 
-¡Claro que sí! Sólo me casaré con mi monito.- Dijiste felizmente. Él te abrazó y te dio un besito en la mejilla. 
-Prometido ¿Sí? Pon el meñique.- Rió mientras juntaba su dedo con el tuyo y sellabais la promesa. 

A los pocos meses, tus padres te dieron una noticia que te cayó como un jarro de agua fría: Volviais a España, ya que la fábrica donde estaban ahora había cerrado y os mandaban de nuevo a una ciudad de tu país de origen. Ni siquiera tuviste tiempo de despedirte de tu amigo. Lloraste todas las horas que duró el trayecto de avión. Ahora, tan sólo te quedaba como recuerdo de tu monito una pulsera de tela roja que te había hecho. 

Pasaron los años. Ya cumpliste los 24, y estás estudiando en la Universidad. Tienes unas notas satisfactorias, y tienes éxito en todo, pero sabes que te falta algo. Todavía tienes en tu corazón a Hyukjae. 
Has decidido cumplir la promesa que le hiciste, y vas a volver de nuevo a Corea. No sabes si seguirá ahí, si te reconocerá, si se acordará... Lo más probable es que no. Pero sabes que él es el amor de tu vida. Así que viajas de nuevo. 
Tras varios días, llegas al pueblo. Está muy cambiado. Se ha convertido en un destino turístico para extranjeros. No te gusta. La vieja casa donde vivías ahora ya no existe. En su lugar, se encuentra un hotel de 4 estrellas rebosante de turistas. Sientes una profunda depresión al verlo, pero de pronto divisas una casita de madera. Es la casa de Hyuk, no hay duda. No ha cambiado con el paso del tiempo. Con los nervios a flor de piel, llamas a la puerta. Tras un rato de espera, te abre una anciana de rostro amable. No la conoces. Ella te invita a entrar y a sentarse, mientras te sirve té. 
-Hace tanto tiempo que no me visita nadie...-Suspira la señora.- Por cierto, ¿qué le trae por aquí? Usted es extranjera, ¿verdad? 
-Sí... Verá, busco a una persona. A Hyukjae, para ser mas exactos.-Sonreíste. 
-¿A... Hyuk, dice?- Pregunta la señora con tono misterioso. 
-Sí. Él vive o vivía en esta casa cuando eramos pequeños.
 -Así que tú eres ella... La señora se levantó lentamente, debido a que sus huesos ya se resentían por la edad, tú le echabas cerca de los 90 años. Se dirigió a la estantería, y sacó de dentro de una cajita un papel bastante arrugado. Se sentó de nuevo y te miró. Le escurría una lágrima por su mejilla. 
-Soy la abuela de Hyuk.- Susurró tristemente mientras acariciaba el papel. Tú te pusiste nerviosa, mientras sentías una sensación agobiante dentro tuya. Tragaste saliva, mientras la señora seguía hablando. 
-Él era un chico muy cariñoso y amable. ¿Pero sabes qué? Tenía obsesión por una cosa: Una niña, tú. Cuando me venía a visitar a la ciudad me hablaba siempre de ti. Hasta que te marchaste. Él no volvió a ser el mismo, perdió la sonrisa. Ya no quería jugar con nadie. Un día de invierno, cogió un catarro. Pero ese catarro empeoró, y se transformó en una pulmonía. Lo llevaron al hospital de la ciudad y lo ingresaron, pero... No pudo ser. 

Sentiste un crujido dentro del pecho. No podía ser cierto. No. Te deshiciste en un mar de lágrimas y abrazaste a la señora mientras sentías desfallecer. 

-Él escribió esta carta para ti días después de irte. Me dijo que la guardase muy bien. Te pertenece.- Dijo ella mientras se limpiaba las lágrimas y te daba el maltrecho papel. Allí aparecían las letras como garabatos, muy típicas del monito. También había un dibujo de palitos de un muñeco y un corazón, y debajo tu nombre. Sonreíste con tristeza, y leíste la carta.

 "¡Hola! Sé que alguna vez leerás esto, aunque no sé cómo, ni cuándo, ni dónde. Pero tengo una esperanza jejeje. ¿Sabes? Te hecho muchísimo de menos. No es lo mismo trepar árboles sin ti. Además, ahora no tengo a nadie a quién subir a hombros ni a quien ponerle tiritas. ¿Te sigues acordando de la promesa? ^^ Pues yo sí. He escrito nuestros nombres en la roca de la cima. Ya será para siempre nuestro escondite secreto, ¿sí? Te quiero :)" 


Guardaste la carta, y despidiéndote rápidamente de la señora, fuiste corriendo hasta la montaña. Nada más llegar, buscaste apresuradamente sobre la roca hasta dar con ello. En una esquina, en color blanco, estaba escrito tu nombre y el de Hyukjae, dentro de un corazón. Pusiste tu mano encima, y lloraste. Te sentaste de nuevo en aquel lugar, y te quedaste mirando por primera vez en varios años el bello ocaso. Pero ahora había algo diferente.


 Él no estaba allí, pero a su vez, estaba.

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